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Acabó crimen con el sector exportador

Extorsión causó fuga de limoneros, piñeros y papayeros en Chontalpa y Centro. Se pararon envíos a EU y Europa. Pemex y plagas, otro problema.

Tabasco alguna vez presumió ser el edén exportador de México: de aquí salían cargamentos de plátano, limón, piña, papaya, cacao y copra rumbo a Estados Unidos, Europa y Japón. Hoy, de esa abundancia apenas queda el banano que resiste entre inundaciones y mercados hostiles, y un poco de cacao fino destinado a chocolateros gourmet.

El resto —los productos que dieron identidad y riqueza a comunidades enteras— se esfumó entre extorsiones, plagas, lluvias ácidas y la indiferencia oficial. Lo que ocurrió no fue un accidente económico: fue un crimen perfecto contra el campo tabasqueño. La pregunta no es si hubo responsables, sino quiénes mataron las exportaciones.

Desde los ‘Zetas’ y el Cártel del Golfo, a principios de los años 2000, hasta la aparición de ‘La Barredora’, el sector exportador tabasqueño empezó a ser bombardeado con extorsiones y secuestros, que obligaron a empresarios a huír de Tabasco, muchos malbaratando sus tierras y otros abandonándolas, generando con ello una de las peores debacles económicas del estado.

La falta de trabajo y con ello la pobreza, tuvieron un repunte impresionante, colocando a Tabasco en el primer lugar de desempleo durante muchos años. Además, los grupos criminales aprovecharon para enrolar en sus filas a cientos de jóvenes que no tenían trabajo en el campo.

Los grupos delincuenciales se convirtieron en empleadores para extender sus redes.

ESTADÍSTICAS DEMOLEDORAS

Las cifras oficiales son demoledoras. En 2019, Tabasco colocó en el extranjero productos no petroleros por 2,390 millones de pesos, según el INEGI. El azúcar representaba casi la mitad de ese pastel, seguido por el limón persa, el banano, la piña, la pimienta y el cacao. Era una canasta diversificada que todavía sostenía la ilusión de un agro competitivo. Para 2021, sin embargo, la exportación cayó a 1,635 millones de pesos, casi un tercio menos. En 2025, el primer trimestre arrancó con 1,955 millones de dólares, un retroceso de 16 por ciento frente al mismo periodo de 2024.

Lo más grave no es solo la contracción del valor, sino el derrumbe de la variedad: el limón, la piña, la papaya y la copra prácticamente desaparecieron del tablero internacional. Hoy el estado se sostiene en una sola carta, el plátano, mientras el resto de sus viejos campeones se quedó en ruinas o reducido a ventas marginales. La escena del colapso muestra un campo desarticulado, con exportaciones mutiladas y comunidades enteras convertidas en víctimas silenciosas.

EL NARCO EN EL CAMPO

Si el clima y las plagas golpearon los cultivos, la delincuencia organizada los terminó de rematar. En Tabasco, la sombra del narco se extendió desde las ciudades hasta las huertas. Productores de limón relatan cómo hombres armados llegaron a imponer un “derecho de piso” por cada kilo cosechado.

El mensaje era claro: o pagaban o la fruta se pudría en el árbol. En enero de 2025, la violencia alcanzó a un empresario limonero en Villahermosa: lo persiguieron, lo despojaron del dinero que acababa de retirar del banco y lo acribillaron en plena calle. El crimen exhibió lo que ya se sabía: exportar desde Tabasco no solo era costoso, sino letal.

CERRARON TURNOS

En Huimanguillo, donde antes salían miles de toneladas de cítricos a Estados Unidos, las empacadoras cerraron turnos nocturnos por miedo a asaltos.

Clima, plaga y Pemex, los otros enemigos
La naturaleza también tuvo su parte en el crimen contra las exportaciones. En 2020, una de las peores inundaciones en décadas en la Sierra cubrió de agua las plantaciones de Teapa: el corazón platanero de Tabasco quedó devastado y 20 mil trabajadores se quedaron sin sustento.

Lo que no anegaron las lluvias, lo secaron las sequías recientes: entre 2023 y 2024, las altas temperaturas achicaron el calibre del limón y redujeron su vida en anaquel, haciéndolo menos competitivo en el mercado de exportación.

A estas furias climáticas se sumaron enemigos invisibles. La papaya maradol, que a principios de los 2000 era el orgullo de La Chontalpa, sucumbió ante una virosis que arrasó más del 70 por ciento de las huertas y borró del mapa a cientos de productores.

El cacao, emblema de Tabasco, perdió la mitad de sus cosechas entre 2005 y 2010 por la moniliasis, un hongo que pudre las mazorcas. Las plagas y el clima, combinados, fueron verdugos silenciosos que acabaron con la confianza de sembrar para el mundo.

En cada hectárea perdida quedó la prueba de que la agricultura tabasqueña no solo competía contra el mercado: también contra la furia de la naturaleza.

PETRÓLEO, VENENO SILENCIOSO

En Tabasco, la riqueza petrolera fue también un verdugo del campo. Los copreros lo dicen sin rodeos: “Pemex exterminó al coco”. Durante décadas, las emisiones de azufre y gas de las torres encendidas dejaron caer una lluvia ácida que quemó suelos y debilitó palmares.

A eso se sumaron los derrames en la Chontalpa, envenenando tierras donde antes se cultivaban cocoteros y cacaotales. En Comalcalco y Paraíso, parcelas enteras quedaron inutilizables por filtraciones de hidrocarburos.

El golpe no fue solo ambiental: la expansión petrolera cambió el uso de suelo, desplazando huertas para dar paso a pozos, carreteras y más tarde a la refinería de Dos Bocas.

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