Local

Terror por donación de órganos

La tasa en Tabasco es de 2.1 donantes por millón de habitantes. Mitos, miedo, burocracia e indiferencia institucional, prolongan una agonía que mata en silencio.

En Tabasco, recibir un órgano no es un derecho: es una posibilidad remota. Mientras 180 personas esperan un trasplante para seguir con vida, en todo 2023 apenas se registraron seis donantes cadavéricos en el estado. La cifra convierte a cada trasplante en un evento estadísticamente improbable, casi milagroso.

La tasa de donación en Tabasco es de apenas 2.1 donantes por millón de habitantes, muy por debajo de la media nacional (4.5) y a años luz de países como España, donde 49 personas por millón donan sus órganos cada año. En ese sistema, una córnea puede llegar en semanas; en Tabasco, la espera se mide en años o en muertes.

Más de la mitad de los pacientes en lista de espera no alcanzan a recibir un órgano a tiempo. Aquí, la esperanza tiene fecha de caducidad, y la burocracia, los mitos y la indiferencia institucional prolongan una agonía que mata en silencio.

PANORAMA ESTATAL, LA BRECHA

La espera por un trasplante en Tabasco no es una fila ordenada: es un embudo que asfixia. En todo el estado, solo dos hospitales públicos están acreditados para realizar trasplantes —uno para riñón y otro para córnea—, pero su operación es limitada. En 2023, entre ambos centros apenas se concretaron 14 trasplantes: seis provenientes de donantes cadavéricos y el resto de donantes vivos.

Al mismo tiempo, al menos 180 pacientes se mantienen en lista de espera oficial, la mayoría con enfermedades renales crónicas o pérdida de visión por daño corneal. La cifra real, advierten especialistas, podría ser mayor si se sumaran los casos no registrados por falta de diagnóstico o abandono del sistema.

Las limitaciones son estructurales: pocos quirófanos habilitados, falta de insumos, escasez de nefrólogos, ausencia de coordinación regional. En 2022, el sistema estatal de salud destinó menos del 1% de su presupuesto al área de trasplantes y donación de órganos.

En los hechos, el sistema opera con lo mínimo indispensable y depende, cada vez más, del voluntarismo de algunos médicos o de la fortuna de los pacientes para migrar a otros estados.

Hay de dos: para riñones y córneas
Los trasplantes en Tabasco no fallan por falta de pacientes. Fallan porque el sistema no funciona. Solo dos hospitales públicos están acreditados para realizarlos: el Hospital Regional de Alta Especialidad “Dr. Gustavo A. Rovirosa” y el Hospital Juan Graham Casasús.

Uno opera riñones. El otro, córneas. No hay trasplantes hepáticos, cardíacos ni de médula. Tampoco hay capacidad para atender niños. El que no encaje en esa escasa oferta, queda fuera.

La infraestructura está. En el quirófano del Hospital Rovirosa, una máquina de perfusión —clave para preservar órganos en condiciones óptimas— acumula polvo desde 2019. Costó dos millones de pesos, pero denuncian que nunca se usó. Nadie fue capacitado. Nadie la conectó.

Los quirófanos habilitados apenas se utilizan. En el caso de córnea, solo se programa cirugía dos veces al mes. Para trasplante renal, hay tres nefrólogos públicos en todo el estado. Tres. Las listas crecen. Las salas se vacían.

No es una metáfora: el sistema está en modo pausa. La Secretaría de Salud destinó menos del 1% de su presupuesto 2023 a programas de trasplantes y donación. No hay red estatal. No hay logística de procuración. No hay campañas sostenidas.

Lo que sí hay son expedientes acumulados, médicos frustrados y pacientes que mueren sin haber sido llamados. En Tabasco, la espera no se gestiona: se deja en automático.

PACIENTES QUE PAGAN CON TIEMPO Y DINERO

La espera por un órgano también se mide en pesos. En Tabasco, el 60% de los pacientes gasta más en estudios, traslados y tratamientos paliativos que lo que costaría el trasplante que nunca llega. La burocracia les pide análisis, les exige constancia, pero no les ofrece quirófano.

Julián Pérez vendió su taxi para pagarle los estudios oftalmológicos a su hija de 15 años. Requiere una córnea urgente. En hospitales públicos le dijeron que “no hay córneas, pero tampoco hay respuestas”. En privados, las facturas suman 78 mil pesos. En la lista de espera, su caso es uno más.

Rosario Méndez, de 58 años, vendió su casa en Cárdenas para costear el traslado a la Ciudad de México. Requiere un trasplante de hígado. En Tabasco no hay cómo. Vive de prestado en un albergue con su hija. Ha gastado 300 mil pesos. Aún no entra al quirófano.

Algunos de los mitos que matan
La muerte, en muchas comunidades de Tabasco no es solo un fin, es un ritual. Y dentro de ese ritual, el cuerpo debe llegar entero al otro lado.

Esa creencia, tan arraigada como el monte y el río, ha condenado a cientos de personas a esperar órganos que no llegan. Cuando el hijo de Marcelino Pérez murió en un accidente, el hospital le preguntó si deseaba donar sus órganos. Dijo que no.

“Su alma no iba a descansar si le faltaba algo”, recuerda. En su comunidad chol, en Tacotalpa, entregar el cuerpo incompleto puede alterar el viaje al más allá.

Un estudio de la UJAT revela que cuatro de cada 10 familias indígenas rechazan donar por motivos culturales o religiosos. Y en zonas urbanas, el panorama no es mejor: el 25% cree que los médicos podrían acelerar la muerte de un donante registrado para quedarse con sus órganos.

NOFUNCIONAN LAS CAMPAÑAS

Las campañas no llegan lejos. El programa “Dona Vida”, lanzado por la Secretaría de Salud en 2022, repartió folletos con dibujos confusos que, según promotores comunitarios, “parecían monstruos”. En municipios como Teapa, el rechazo a donar alcanzó el 90% el año pasado.

Tampoco ayuda la Iglesia. Aunque el Vaticano avala la donación de órganos desde 1956, sacerdotes predican que “el cuerpo es templo de Dios y debe enterrarse intacto”. En Tabasco, los curanderos todavía tienen más influencia que los médicos en muchas regiones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *