VIVEN ENTRE MISERIA Y AGUA
Marcos May de la Cruz dice está desempleado y lamenta que su terreno esté anegado porque no puede sembrar nada.
FRONTERA.- Marcos May de la Cruz, padre de los cinco niños que habitan un cuarto precario hecho de tablones y láminas, señala el campo alrededor suyo anegado para afirmar que es imposible sembrar así, y que, para colmo de males, su casa no fue censada para recibir el apoyo federal.
Para llegar a su humilde choza, de apenas 3 por 3 metros, es toda una odisea. Sólo se entra al lugar conocido como El Sandial, en la ranchería Miguel Hidalgo de la villa Ignacio Allende, por la carretera federal a Frontera hasta la ranchería Benito Juárez, luego se recorren tres kilómetros sobre un camino vecinal hasta topar con una brecha de lodo.
“Nosotros no existimos para la autoridad, somos invisibles. Ni mis hijos ni yo hemos sido beneficiados con ningún apoyo económico o de vivienda, ni siquiera de despensas” MAY DE LA CRUZ, PADRE DE LOS INFANTES.
PADRE DESEMPLEADO
May de la Cruz, padre de los cinco menores que el día de ayer Tabasco HOY alertó vivían en pobreza extrema, es campesino y trabajador eventual en los alrededores, pero indicó que actualmente se encuentra desempleado por causa de la pandemia.
Con una gorra sobre su cabeza y en chanclas, a la entrada de su choza, el hombre de 31 años de edad contó que su vivienda se anegó por completo, y el agua se ha ido retirando poco a poco. Pese a esta desgracia, lamentó que no hubieran sido tomado en cuenta para el censo de damnificados.
«Nosotros no existimos para la autoridad, somos invisibles. Ni mis hijos ni yo hemos sido beneficiados con ningún apoyo económico o de vivienda, ni siquiera de despensas por parte de alguna autoridad municipal, estatal o federal», lamentó.
IMPOSIBLE QUE PUEDAN ESTUDIAR
El magro hogar donde habita don Marcos con su esposa Teresa —afectada de sus facultades mentales— junto con sus cinco hijos no cuenta con servicios básicos; las patas de la cama todavía descansan sobre pedazos de block que impidieron en la inundación reciente que los colchones se mojaran, y cocinan cuando se puede en un viejo fogón.
NIÑOS ENFERMOS
Con su cara triste y las manos echadas hacia la espalda, angustiada por el futuro de sus nietecitos, explica que los niños son cinco, dos niñas y tres niños, cuyas edades son de 10, 8, 6, 4 y un año y tres meses de vida.
Ella los cuida en el día, pero por la pobreza extrema en la que viven, algunos de los pequeños se encuentran enfermos y ninguno está estudiando, aunque «quisiera que estudiaran, pero no se puede», agrega resignada.